El ascensor de Begoña fue construido en 1943 por el arquitecto Rafel Fontán para salvar el desnivel entre el barrio de El Arenal y el Casco Viejo de Bilbao, concretamente la calle Esperanza. Así, enlazaba directamente con la estación de tren conocida como Bilbao Aduana, más tarde San Nicolás y actualmente la parada de metro Zazpikaleak/Casco Viejo. Está realizado en hormigón armado y consta de una pasarela que llega al mirador. Consta de una gran columna hueca de hormigón armado visto, con modulaciones mediante hendiduras horizontales, que alberga los ascensores en su interior, para facilitar el transporte vertical de pasajeros. Y una pasarela horizontal superior, apoyada sobre una estructura más liviana de vigas y pilares de hormigón armado incluida una viga vertical en celosía. Dispone de una zona abierta, y otra cerrada acometiendo de manera inclinada hacia su encuentro con la gran columna abrazándola en curva como una especie de mirador o faro de la ciudad. De toda la composición resulta la silueta de un enigmático vigía. Ya en el siglo XIX se había ideado un elevador para Bilbao, proyecto que nunca llegó a realizarse. Sigue modelos de ascensores suizos similares de principios del siglo XX.
Por qué es tan imporatnte el Ascensor de Begoña
Debido a su gran altura (salva 45 metros), la rotundidad de la forma, el material y sobre todo la ubicación visible desde amplias perspectivas de Bilbao contribuyen a su excepcional singularidad. Supone un hito arquitectónico de modernidad, vigente desde su construcción a finales de la segunda mitad del siglo XX.
Actualmente el ascensor de Begoña sigue en pie pero no está abierto, ya que está en estado de abandonado y a la espera de un proyecto de rehabilitación por parte del ayuntamiento de la ciudad.
Esperamos que dentro de poco reabra esta gran obra de la ingeniería del siglo pasado, ya que es un monumento muy querido por los bilbainos.
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